Y si mi infancia hubiera sido distinta…
Por mucho tiempo me negué, asumí que los infantes me parecían repulsivos…
solía pasar por alto que antes de ser adulto fui un niño; fueron tal vez las condiciones
de mi infancia -que no digo que haya sido desafortunada- las que me llevaron a
aborrecer esa etapa de la vida.
Hoy, sé que la niñez es la esperanza, el futuro y la energía
de la vida. Sin ella, simplemente la existencia estaría negada y la especie
humana condenada a su fin.
Las presentes líneas, justo cuando está por concluir el 30
de abril o “DÍA DEL NIÑO”, son parte de una reflexión que a casi 29 años de mi
existencia hago para homenajear a esos seres inocentes que hoy me han devuelto
la alegría, la razón de ser y la esperanza de lucha.
Y sí lo enfatizó, ellos son hoy mi razón. Hace poco menos de
un año, mi vida era tan rutinaria como la del resto de la sociedad adulta, tan
sosa y tan basada en la estúpida competencia en la que nos enfrascamos cuando
crecemos; mi visión se centraba en ganar mucho dinero, mi máxima aspiración no
era otra que el reconocimiento de mis iguales, quería demostrarle al mundo
porqué soy diferente y en cierta medida superior… Hoy sin embargo, eso es lo
que menos me importa, hoy sólo sé que lo que soy y lo que tengo es para
compartir, para dar y para legar.
Pero, qué mejor que dejar ese legado a los niños, sí, a
aquellos que son los hombres y las mujeres del mañana, con aquellos que habrán
de enfrentar retos sinigual, causados por la putrefacta sociedad en que nos
hemos convertido y que les heredaremos.
Creo firmemente que la alegría, la sonrisa, la energía y el
entusiasmo de los niños son el motor que debe transformar a esta sociedad hedonista
y soberbia en la que nos hemos convertido. Y es que de no ver a los infantes
como nuestro valor presente y futuro, estamos condenados a perder nuestra
esencia, que no es otra que amar y ser felices.
Cuando el lector repase la presente, quizás pensará que está
desfasada en el tiempo, mas no es así; no haberla publicado en los días previos
o durante los primeros minutos del 30 de abril, no significa que debamos dejar
de honrar a los niños, ellos se festejan un día al año es cierto, pero deben
honrarse toda la vida, y esto repito, es un homenaje a ellos.
Muchas frases y reflexiones nos sugieren que a pesar de la “madurez”
los adultos nunca dejamos de ser niños o que tod@s llevamos un niño dentro, y
es cierto… Nunca dejamos de sonreír, aún en los momentos más tristes de nuestra
existencia; nunca dejamos de llorar, pues necesitamos desahogar nuestros
pesares; nunca dejamos de soñar, porque sí así fuera estaríamos vacíos; siempre
nos emocionamos, porque las emociones nos alientan; solemos perdonar, porque el
perdón nos libera; nunca dejamos de ser niños, porque nunca jamás dejamos de
aprender…
Con todo mi cariños para mis niños del Colegio Luis G. de la
Torre y la Primaria Emperador Cuauhtémoc.
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